El edificio se sitúa en el tramo final de la actual Avenida de la
Constitución, muy próximo ya a la Puerta de Jerez. Este tramo resultó del
ensanche llamado de Santo Tomás por el antiguo convento allí establecido.
El Coliseo, que figura
como una de las obras más importantes dentro del estilo regionalista, presenta
planta rectangular exenta por todas sus caras excepto por una que se
corresponde con uno de los lados cortos. Desarrollaba su programa en cuatro
plantas, una de ellas de sótano, y planteaba sus accesos por el centro de las
dos fachadas principales, bajo dos balcones miradores que se abrían en éstas.
Contaba con dos vestíbulos de acceso, uno inmediato a cada puerta, que
en planta alta se convertían en salones de fumar. A ambos lados del vestíbulo
de la Avda. de la Constitución -entonces Reina Mercedes- se localizaban, bajo
las amplias terrazas, locales comerciales desarrollados en sótano, planta baja
y entresuelo. La sala contaba con patio de butacas, primer anfiteatro con
palcos y un segundo anfiteatro que sobre el salón de fumar se extendía hasta la
fachada de la C/ Adolfo Rodríguez Jurado.
En el diseño del inmueble
también se cuidaron la seguridad y la comodidad, con avanzadas instalaciones de
protección contra incendios, que podían conectarse al riego público ó a los
depósitos de agua situados en el sótano, una instalación encargada de la
renovación del aire y otra de calefacción por agua caliente.
Respecto a la decoración
interior, los vestíbulos contenían pinturas murales “costumbristas” que hacían
referencia a episodios teatrales, siendo también elementos destacables los
apliques de bronce dorado y la gran “araña” de bronce y cristal que colgaba del
centro del techo con 180 puntos de luz, 6 m. de alto y 4 m. de diámetro.
Es el juego decorativo el
que da unidad a sus fachadas a través de la reiteración de elementos. Se
compensan líneas horizontales y verticales, torreones ascendentes y miradores,
originalmente cierros acristalados, que marcan la horizontalidad. De las tres
fachadas del edificio, la que da a la calle Maese Rodrigo, que originalmente
era un callejón particular, se trató como trasera y las dos fachadas
principales (Avda. de la Constitución y C/ Adolfo Rodríguez Jurado) combinan el
ladrillo visto, trabajado y tallado de forma monumental, con cerámica vidriada,
hierro forjado, madera e incluso mármol.
Los alzados responden a un orden tripartito apilastrado y fueron
diseñados acusando al exterior la distribución primitiva, con líneas corridas
de huecos que correspondían a los salones de descanso, el muro de la sala sin
vano alguno y con grandes elementos decorativos que llaman poderosamente la
atención sobre el, o los, vanos bajos de los torreones que albergaban las
escaleras principales en las esquinas.
De la decoración destacan
algunos elementos de gran calidad: los paños cerámicos concebidos a modo de
grandes tapices, las marquesinas de las taquillas con sus tornapuntas de hierro
forjado, los miradores, de 14 y 15 metros de longitud, respectivamente, con sus
casetones de madera tallada, tornapuntas forjadas, pilares de ladrillo, etc.
Sobre la cornisa y el pretil destacan las columnas de mármol de los torreones,
que cuentan con ricos artesonados y remates de hierro.
El edificio fue reformado
sustancialmente a finales de los años setenta del siglo XX, vaciando su
interior, para convertirlo en sede bancaria, y actualmente solo resta su
fachada, que se conserva en buen estado, de la traza original.
El proyecto se redacta
sobre el solar de antiguo convento de Santo Tomás con fecha 8 de Diciembre de
1924 por encargo de D. Ildelfonso Marañón Lavín. Originariamente se denominó
cine 'Reina Mercedes', pero meses antes de la Exposición ya era teatro 'Reina
Victoria' y se inauguró en plena República como 'Coliseo España', el 3 de
Diciembre de 1931. El coste de la obra fue de unos dos millones de pesetas.
Edificio fue proyectado
inicialmente como cinematógrafo, acondicionándose posteriormente como teatro,
por lo que se redujo el aforo previsto (de 2755 espectadores a 2100),
ampliándose el escenario, al que, a pesar de todo, siempre le faltó
profundidad.
El Coliseo se convirtió en
sede bancaria en 1979 (Banco de Vizcaya), tras una reforma sustancial dirigida
por Luis Fernando Gómez Stern y José Chapa. Tras dicha reforma, los murales
pictóricos de los antiguos vestíbulos, pintados por Francisco Hohenleiter,
fueron donados por la entidad bancaria a la Escuela de Bellas Artes Santa
Isabel de Hungría de Sevilla.