SANTA MARÍA LA BLANCA
Confluencia
de Céspedes, San José y Ximénez de Enciso a Menéndez Pelayo. (recorrido
completo)
Durante los s. XIV-XV esta calle es denominada Azucaica,
palabra de origen árabe, sinónimo de Zoco de pequeñas dimensiones, por la
existencia en ella de varias tiendas. Desde 1580 aproximadamente, el primer
tramo aparece denominado como plaza, más bien plazuela, de Santa María de las
Nieves y popularmente de Santa
María la Blanca, por la Iglesia de
igual nombre, pero en 1667 se le denominó plazuela del Marqués de
Villamanrique, quien poseía allí un palacio.
En
segundo tramo por su parte, recibió el nombre de calle Real o Ancha de Santa
María la Blanca. En 1845 ambos tramos se unificaron bajo el nombre que
actualmente posee. La antigua Puerta
de la Carne se situaba aproximadamente en la confluencia de las actuales
Santa María la Blanca y Cano y Cueto.
En
época Almohade era conocida como Bab Yahwar o Puerta de las Perlas, y en el
siglo XV como Puerta Minjoar, Menjoar, Minjoar, y también Benahoar y Bib Joar,
pero desde 1576 al menos se denomina Puerta de la Carne, por el matadero que
había extramuros. También y ocasionalmente fue denominada puerta de la judería,
por servir de punto de acceso a la Aljama de Sevilla, que hasta el año 1391
estuvo situada en las inmediaciones.
En distintas
descripciones que han llegado hasta nosotros se le describe como una puerta
baja, debido a que una cañería la atravesaba por su parte superior, renovándose
en 1576 y 1578. La puerta contó con varias inscripciones por su parte exterior.
En la zona central una inscripción rezaba de la siguiente manera:
“Condit Alcides
renovavit Julius Urben restituit Christo, Ferdinandus tertius heros”
(Hércules
edificó esta ciudad, Julio César la reparó y el héroe Fernando tercero la
restituyó a Cristo).
Y dos óvalos poseían la
siguiente inscripción:
“Philippo IIregi
catholicopiofoelici: augusto instauratoripacis juris”
(A Felipe II, rey católico, piadoso, feliz augusto,
restablecedor y conservador de la paz).
En la parte interior, dos
óvalos similares a los anteriores poseían la siguiente leyenda:
“Leandro et Isidoro
divis tutela ribus, ordo hispalensium sanctitati eorum dicantis simus D.D”,
(A los
santos tutelares, Leandro e Isidoro, el senado de Sevilla, devotísimo a su
santidad, les dedicó esta puerta).
Centrada en
la parte interior de la Puerta junto a las anteriormente descritas se situaba
esta otra inscripción:
“Quod foelix
faustum que sit portum Canarium. Vestutate. Ruinosa. In. Meliorem. Forman. V. C
Francisc Zapatae. Comes. Ilustriss.
Praef. Urb. Instaurandum Curavit a S. DLXXVII”
(O fausto y
feliz suceso; el varón clarísimo Francisco Zapata, conde ilustrísimo, asistente
de Sevilla, cuidó de restaurar a mejor forma la puerta de la Carne, arruinada
de la antigüedad, en el año 1577).
A través de la Puerta de la
Carne se canalizaban, como era normal en todas las puertas, de la muralla de la
ciudad, el alcantarillado de desagüe y las cañerías de abastecimiento de agua
potable, que en este caso contaba con dos grandes derivaciones, una hacia los
Reales Alcázares, y otra posterior desde el siglo XVIII, hacia la Real Fábrica
de Tabacos.
Además la
puerta de la carne, será el centro de una bulliciosa actividad cívica y
comercial ya que a través de ella penetraban al la ciudad los moradores del
barrio extramuros de San Bernardo, y por este motivo desde 1585 hay peticiones
para que la puerta permaneciera abierta toda la noche, peticiones que van a
volver a repetirse en 1800 y 1802. En 1839 quedó definitivamente abierta y en
1864 fue derribada con los lienzos de la muralla adyacente.
Entre los edificios de notable
interés existentes en esta calle podemos citar el denominado Palacio de
Altamira, construido en el siglo XVII por los Marqueses de Villamanrique.
Igualmente, es muy probable que la iglesia que da nombre a la calle se
levantará sobre una mezquita, que tras la conquista de la ciudad de Sevilla por
parte de Fernando III el Santo, fue entregada a los judíos como sinagoga.
La portada gótica del edificio fue
añadida en el siglo XIV al convertirse en iglesia cristiana. El edificio actual
data del siglo XVII.
Por último citar, que desde un punto
de vista histórico, la actividad desarrollada en esta calle ha estado
relacionada con su proximidad a la puerta, el paso de mercancías procedentes
del matadero y el mercado que se construyó posteriormente. Un ejemplo muy claro
de esto último es que ya en 1772 se localizaban puestos de leche y tenderetes
de frutas y verduras.
Junto a la iglesia encontraremos la calle:
ARCHEROS
De
Verde a Santa María la Blanca.
Es
posible que fuese la que en el padrón de Santa María la Blanca de 1433 aparece
como sinagoga. La primera referencia documental como Archeros (a veces Arqueros), procede de 1601,
y tal denominación se explica bien porque allí
se congregaban los fabricantes de arcos y otras piezas del arte de la caza,
bien por la guardia así conocida que trajo de Castilla el emperador Carlos.
Ocasionalmente
se alude a ella como Santa María la Blanca, Nieves o Santa María de las Nieves,
topónimos que hacen referencia a la iglesia de Santa María la Blanca, uno de
cuyos laterales da a esta calle. Es estrecha y de trazado irregular, con
frecuentes entrantes y salientes, producto en buena medida de un proyecto de
alineación inconcluso de 1880.
Un
antiguo y angostísimo callejón comunicaba Archeros con la plaza de Curtidores,
situado entre los núms. 7 y 9; hoy la línea de fachada es continua por la
existencia de un muro, pero en altura puede apreciarse la amplitud que tenía el
antiguo callejón porque permanecen exentas ambas edificaciones. En la
edificación predominan las viviendas unifamiliares de patio de dos y tres
plantas, fechadas entre finales del XIX y principios del XX, y se conservan
algunas casas de vecinos.
Más tarde se ubicó en esta misma
calle el Hospital
del Espíritu Santo, que en 1601 se acordó trasladar a Santa Marina.
Ha sufrido continuamente las
consecuencias de su posición marginal en el casco histórico de la ciudad; así,
en 1755, sus vecinos y los de Verde se quejaban de que las inmundicias del
Corral de los Gitanos, situado en sus proximidades, eran vertidas directamente
a estas calles, ocasionando malos olores y grandes molestias al tránsito.
Actualmente, junto a la función
residencial, es de destacar la de hostelería, representada por varios bares y
pensiones, para lo que se han readaptado algunas de las viviendas de patio.
También existe un taller de carpintería y, en una de las esquinas de Santa
María la Blanca, una tienda de tejidos, que forma ya parte de la actividad
comercial de esta vía principal.
Retrocediendo
hacia el interior de la ciudad a la derecha encontraremos la calle:
Sin
salida, en Santa María la Blanca.
Posiblemente los topónimos barrera
del Conde de Ledesma (1433) y del Conde de Plasencia (1454) se puedan
identificar con ésta, ya que eran los títulos del linaje de Stúñigar,
propietarios del palacio colindante, actual Altamira.
Hay
algunas referencias documentales del s. XVII y XVIII en las que se le nombra
habitualmente como callejón sin salida, junto al Palacio de
Altamira. También es nombrada como calle Techada por el arquillo construido
a su entrada, sobre el que se levanta un segundo piso perteneciente al citado
palacio, y con tal denominación la describe González de León.
Más
tarde pasó a llamarse Dos Hermanas, por
las casas del duque de igual título; en 1845 pierde esta denominación y queda
integrada en Santa María la Blanca. En la remodelación general del nomenclátor
de 1868 figura como barreduela de Altamira, aunque al año siguiente se
recuperaría la rotulación que hoy conserva. Álvarez-Benavides (1873) cita
también, como antiguas denominaciones, barrera del Duque de Béjar, calle del
Arquillo y de las Maravillas.
Se
accede a este estrecho callejón a través del arquillo antes mencionado, de
forma que su entrada puede pasar inadvertida; posee un trazado rectilíneo y se
ensancha en su tramo interior por retranqueo de una casa. El pavimento está
constituido por adoquines de gran tamaño, ya que en 1915 se aprovechó para su
readoquinado un material viejo, y se alumbra con farolas con brazos adosados a
las fachadas. Llama la atención las diferencias de calidad constructiva y
estado de conservación del caserío que forma la barreduela.
La
mayor parte de uno de sus flancos está ocupada por una fachada lateral del
palacio de Altamira, frente al que se sitúa un conjunto de viviendas
tradicionales de dos plantas rehabilitadas y transformadas en el Hotel Las Casas
de Judería. Al fondo se levanta una casa-palacio del s. XVII, cuya portada
es de piedra y está adornada con pilastras dóricas, que sostienen en el segundo
cuerpo un balcón, rematado con frontón partido. Junto al mismo se han
construido recientemente bloques de pisos de tres plantas.
Continuando la encontraremos la calle:
SAN JOSE
De
la confluencia de Muñoz y Pabón, Vírgenes y Conde de Ibarra a la de Ximénez de
Enciso, Santa María la Blanca y Céspedes (recorrido
completo)
La Parroquia
de San Nicolás de Bari y la iglesia de Santa María la Blanca fueron los
elementos de referencia para citar esta calle en los siglos XVI y XVII, aunque
al primer tramo se le conocía también como Madre de Dios o Ancha de Madre de
Dios, y al segundo se le conocerá como San José tras la construcción del Convento
Mercedario Madre de Dios dedicado al patriarca San José en 1673. En
1875 se unifican ambos rótulos bajo este último nombre, incluyendo asimismo la
llamada plazuela de San José. En 1267 se conocía como Cabeza de Malos a la
plazuela existente delante de la iglesia de San Nicolás.
Probablemente también se denominaba
en el s. XV calle del Arco de las Imágenes a su inicio, porque allí se abría
una puerta en la muralla de la Judería. En alguna ocasión se adjudica en el s.
XVII el nombre del santo de Bari a la misma calle.
Santiago Montoto sitúa en este
espacio la calle Rodrigo Alfonso. Larga y estrecha, presenta cierto ensanche en
sus extremos y una plazuela rectangular en su mediación. Se configura como eje
de penetración hacia el centro, habiendo sufrido ligeras modificaciones y
alineaciones con ocasión de la construcción del monasterio de Madre de Dios a
finales del s. XV en la acera de los pares y del Convento
de San José en la primera mitad del s. XVII en la acera de los impares,
cuyos muros conforman gran parte de ella.
Tras la construcción de los citados
conventos, se abrieron sendas plazas rectangulares en la cabecera de la iglesia
del primero y a los pies del segundo. En 1758 las monjas ofrecieron al
Ayuntamiento unas casas de su propiedad en San José a cambio de tres varas en
la plazuela esquina a Madre de Dios y en 1771 fue macizado un callejón que
arrancaba frente a la puerta de la iglesia de este convento.
A comienzos del presente siglo fue
aprobado un proyecto de alineación y ensanche para la construcción de un eje de
comunicación centro-este, pero no se llevó a efecto. Confluyen por la derecha
Madre de Dios y Farnesio, y por la izquierda la de los Alcores, rotulada como
cal le pero que realmente constituye el patio central de la urbanización del
mismo nombre, y Levíes.
En los siglos XV y XVI estuvo
enladrillada y hacia el final de éste último empedrada “de aguja”, siendo
varias veces empedrada en la centuria siguiente; a mediados del s. XIX fue
nuevamente empedrada colocando, dado “cajones formados de cuñas gruesas” que se
encontraba en muy mal estado por el intenso tráfico de carruajes, y poco
después fue adoquinada; en 1933 se experimentó un sistema de pavimentación de
losetas asfálticas denominado “quarzmetal”, que no debió dar resultados muy
positivos pues en 1942 hubo de ser sustituido por un adoquinado “extra-pequeño”.
Actualmente tiene aceras de losetas de cemento muy estrechas, que dificultan el
paso de peatones, y adoquines en la calzada, salvo en la Plazuela de los
Alcores, que está asfaltada.
En 1876 se construyó un ramal de
cañería de agua que formaba parte del circuito principal de la ciudad. En 1858
se instaló la iluminación con gas; actualmente luce farolas tipo gas adosadas.
La edificación es muy desigual, pues junto a edificios de gran monumentalidad
(convento de clausura de dominicas de Madre de Dios, la iglesia del Señor San
José, resto del convento de mercedarios descalzos, el llamado Palacio
de los Condes de Ibarra, actual sede de la Consejería de Cultura, con patio
central y valiosos artesonados, la núm. 16, del s. XVIII, con dos plantas y
ático, y sobre todo la núm. 13, del s. XVIII, con monumental fachada y portada
flanqueada por pilastras y balcón cubierto con guardapolvos de mármol, hasta
hace pocos años sede central del Monte de Piedad y Caja de Ahorros) se
encuentran otras viviendas de escalera, de tres plantas, modestas, y alguna en
mal estado de conservación, y edificios de apartamentos.
El núcleo más importante de este
tipo lo constituye el complejo los Alcores, levantado sobre el antiguo convento
de San José, al que se accede por un gran, patio central. Históricamente ha
sido vía de penetración al centro de la ciudad desde la Puerta de la Carne
tanto peatonal como de vehículos, con un intenso tráfico hasta hace pocas
décadas, pues son muy numerosas las noticias de reparación del pavimento.
Por el mismo motivo surgió un
extenso y variado comercio del que solo quedan hoy día muestras residuales. A
ello contribuía no poco la instalación en el s. XIX, en el núm. 15, del Monte y
su “casa de empeños”, como comúnmente se la conocía, adonde acudían los
sevillanos a empeñar o renovar sus papeletas de empeño y a la subasta de
objetos que no habían sido desempeñados, como recordó Camilo José Cela en su
Primer Viaje Andaluz.
Este edificio rehabilitado para la
sede de la Consejería de Cultura y Medio Ambiente. En ella vivió Cervantes,
según consta en un documento de petición de vecindad; ha sido escenario de los
esplendorosos desfiles organizados por las monjas de Madre de Dios, como el del
Corpus, el segundo domingo de julio; del regreso de la Catedral del Cristo de
San Agustín, en los siglos XVI y XVII, que procesionaba en rogativa para que
cesara la sequía.
Actualmente
se viste de fiesta con motivo de la entrada, el Martes Santo, de La Candelaria
en la Iglesia
de San Nicolás, en donde se oye cantar saetas. Tras la exclaustración, el
convento de San losé fue convertido en casa de arrepentidas, en donde para
ingresar se requerían deseos de abandonar la mala vida, tener salud y edad
comprendida entre los 12 y 26 años; posteriormente fue casa de vecinos y hasta
hace pocas décadas colegio de niñas regentado por las monjas del Santo Ángel,
que lo abandonaron tras un hundimiento que costó la vida a varias alumnas
Palacio Valdés sitúa en este colegio una escena de su obra La Hermana San
Sulpicio.
Durante
los sucesos cantonales de 1873 se montaron barricadas en esta calle.
Hacia el interior ya la derecha llegaremos a la calle:
LEVÍES
De San José
a San Bartolomé (recorrido
completo)
Al menos
desde 1410 es conocida como calle
de los Levíes, por tener en ella su palacio esta familia judía de noble
linaje, de cuyos miembros el más famoso de todos fue Samuel Leví, Tesorero del
Rey Don Pedro I.
A finales
del siglo XVI también es conocida como calle del Correo Mayor, por residir aquí
Don Rodrigo de Xeréz, el cual ostentaba dicho cargo.
El último
tramo, desde la confluencia de la Plaza
de las Mercedarias, se llamó hasta principios del siglo XIX plazuela de San
Bartolomé, y aún se conserva un azulejo de época del Asistente de
la Ciudad de Sevilla Pablo de Olavide, con esta antigua denominación en la
fachada del Palacio
de Mañara. Más tarde pasó a denominarse calle de San Bartolomé, hasta que
en el año 1880 al prolongarse la calle Céspedes, la calle San Bartolomé quedó
reducida a sus límites actuales.
La calle
presenta un trazado irregular y describe varios ángulos siendo precisamente en
el más cerrado donde alcanza su mayor angostura. Antiguamente poseía algunos
callejones, que se han perdido por su incorporación a las casas adyacentes.
En los edificios predominan
las viviendas unifamiliares de dos plantas, y algunas de las mejores casas
palacios se han perdido, o se encuentran en mal estado. Este es el caso del Palacio de los
Levíes, sobre el que se construyó un nuevo edificio en el siglo XVI, que es
el que se conservó hasta el año 1960. Tras este año se convirtió en corral de
vecinos, el llamado Corral de Cabañas.
Igualmente es de destacar la
Casa Palacio de los Mañara, que fue levantada en el siglo XVIIl. Esta consta de
dos plantas y una sobria fachada, y es de destacar su portada de mármol con
columnas toscanas; convertida en colegio en el siglo XIX. Actualmente es sede
de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.
Durante la
Edad Media esta calle formó parte de la judería; posteriormente, estuvo aquí
situada la Real Sociedad de Medicina (Siglo XVIII).
Casi al
final accederemos a la:
Entre Vidrio,
Garci-Pérez,
Levíes
y Conde
de Ibarra. (recorrido
completo)
Las
primeras referencias documentales a esta calle datan del año 1580, son como
calle o plazuela de la Marquesa de Villanueva, quien tenía allí sus casas.
Desde 1556, al menos es nombrada
como Plaza de San Bartolomé, por la proximidad de la parroquia de igual nombre,
que en este momento se encontraba en el tramo final de Levíes.
En el año 1845 pasó a llamarse Plaza
de las Mercedarias Descalzas, por el
convento de religiosas allí fundado en el año 1623, pronto se abrevió en el
nombre de Mercedarias, pero hasta mediados de este siglo en documentos escritos
y cartográficos se le denominaba comúnmente como Plaza de las Mercenarias.
La plaza
presenta una planta alargada e irregular, producto de la línea quebrada que
forma el Convento de San José (Madres Mercedarias). Este antiguo convento, fue
muy reformado tras el incendio sufrido en el año 1936. Sobre la portada del
siglo XVII se sitúa un azulejo de la Virgen de la Merced.
La calzada
fue empedrada y enladrillada en el año 1585. La plaza posee como elemento más
destacado una cruz de hierro sobre peana de material y columna de mármol, que
se levanta en uno de sus rincones.
En el año
1718 la Hermandad del Santísimo Cristo de las Animas, con sede en la Iglesia
de San Bartolomé, solicitó poder cercarla con una baranda de hierro. En el
año 1840 la Cruz fue levantada, pero de nuevo estaba en su sitio en el año1952.
En uno de
los frentes de la plaza, el más largo y rectilíneo, se construyó el Monasterio de la
Visitación de Santa María de las Religiosas Salesas. Este Monasterio fue
finalizado en el año 1897 presentando una fachada de ladrillo, presentando
elementos arquitectónicos de un marcado carácter historicista.
En el año 1895 decía
la prensa en relación a su edificación: ....gran número de personas visitan a
diario dichas obras, admirando la suntuosidad que por todas parte revela el
edificio por la riqueza de los materiales, que abundan en mármoles, lo magnífico
de la portada... (El Progreso, 7-V-1895).
El
antiguo convento de San José de las Mercedarias Descalzas, muy reformado
después del incendio que sufrió en 1936; sobre la portada del s. XVII, de tonos
ocres; hay un azulejo de la Virgen de la Merced; actualmente cumple también
funciones escolares. La plaza ofrece un aspecto tranquilo y al mismo tiempo
descuidado.
Adquiere
particular animación los días que salen en procesión la Virgen de la Alegría,
desde la parroquia de San Bartolomé, en el mes de mayo; y la Virgen de la Luz,
desde San Esteban, en el mes de septiembre.
En uno de
sus esxtremos encontraremos la calle:
Confluencia
de San José, Muñoz y Pabón y Vírgenes con la Plaza de las Mercedarias. (recorrido
completo)
Al menos desde el año 1475 esta
calle fue conocida como Toqueros o Cal de Toqueros, por situarse aquí los
Talleres de los fabricantes de Tocas. En el año 1845, al morir Don
Nicolás Díaz de Benjumea, que había nacido en la casa núm. 5, se acordó
colocar una lápida en su memoria y sustituir el nombre primitivo por el del
Poeta pero el cambio no se llevó a efecto.
En el año 1887 se rotuló como es
conocida actualmente (Conde de Ibarra), por Don
José María Ibarra y Gutiérrez de Caniedos (1816-1878), primer Conde de
Ibarra y Alcalde de Sevilla, el cual vivía en las inmediaciones de esta calle y bajo cuyo
mandato se inició en el año 1846 la celebración de la Feria de Abril.
Se trata de una calle estrecha y
sobre todo marcadamente curvilínea, ya que sigue el trazado de la antigua
Muralla de la Judería
Aquí desemboca la calle
Lirio y conserva una barreduela, a la que da acceso un arquillo, que muy
probablemente comunicó con la calle Levíes hasta el mismo siglo XVIII. Esta ha
sido conocida como Barrera del Doctor Suárez y también del Jurado Rodríguez
Suárez Nieto, pero hoy en día no posee denominación propia.
El Cronista de la ciudad Santiago
Montoto recoge la existencia en el siglo XVI de la calle Francisco Duarte, que
podría corresponder a esta misma u otra que también comunicará con Levíes.
Entre 1600 y 1632 se suceden reiterados acuerdos para empedrarla ya que al
estar atravesada por varias cañerías se inundaba con mucha frecuencia.
A principios del siglo XIX (años
1800-1804), se reconoce que las cañerías se rompen continuamente por
encontrarse muy deterioradas, y a mediados de siglo se denuncia por
intransitable.
Un
aspecto muy importante a destacar en esta calle es la gran destrucción del
patrimonio arquitectónico de la ciudad, ya que todas las Casas y Casas
Palacios, se han convertido en Corrales de Vecinos en los siglos XVII-XVIII, o
bien se encuentran en ruinas o han sido reducidas a solares.
Al
principio de la calle en su esquina con Vírgenes, se encontraba el Convento de
las Vírgenes de las Franciscanas, del que en 1870 sólo se conserva la Capilla y
ni siquiera ésta a partir del año 1890. Parte del Convento fue transformado en
el Corral de las Vírgenes del núm. 5, hoy también en ruinas.
Por
último citar que en el núm. 5 nació el Poeta
Nicolás Díaz de Benjumea, en cuya fachada el Ayuntamiento colocó; al año
siguiente de su fallecimiento una lápida, hoy desaparecida.
En uno de sus extremos nos encontraremos con la calle:
De San
Esteban a la Plaza
de las Mercedarias y Garcí
Pérez. (recorrido
completo)
Al menos
desde el año 1483 es conocida como Horno
del Vidrio por uno que allí había. Durante el siglo XVI aparece nombrada
alternativamente como Vidrio u Horno del Vidrio, hasta que definitivamente se
impone la denominación más corta.
Entre las
funciones históricas de la calle hay que destacar las industriales, pues
precisamente su nombre deriva de la existencia de un Horno de Vidrio desde el
siglo XV, y aún hay constancia de ellos en el año 1740. Se conoce también la
existencia de un molino de yeso en el año 1835. Igualmente en el año 1936 hubo
una Imprenta propiedad de Diego Martínez Barrios, que fue Ministro de
Comunicaciones y Presidente Interino durante la II República.
Retrocediendo llegaremos a la calle:
CÉSPEDES
En la
confluencia de San José y Santa María la Blanca a Levíes. (recorrido
completo)
Recibe esta
denominación desde mediados del siglo XVII por
encontrarse aquí la Casa Palacio de esta familia que hacía esquina con San
José, en la misma parcela sobre la que boy se levanta el Hotel Fernando III. Durante el siglo
XVIII también se denominó Corral del Agua, por la casa de vecinos del mismo
nombre.
En cuanto a
sus edificaciones, junto a algunas viviendas unifamiliares de paño y dos
plantas, predominan las casas de tres alturas. La calle ha perdido sus
edificios más representativos como la Casa de los Céspedes, y en los años 70 el
Corral del Agua.
A la izquierda nos encotraremos la calle:
De Céspedes
a San
Clemente. (recorrido
completo)
El primer
tramo de la calle hasta la confluencia con San Bartolomé, formó parte de la
actual calle Céspedes, que entonces tenía un trazado en forma de ángulo recto.
En el año 1880 Céspedes se prolongó hasta la actual calle Levíes, y este tramo
recibió el nombre de Alegría, por la
Virgen de igual advocación que se veneraba en la cercana Iglesia
de San Bartolomé
El tramo
más angosto, hasta su desembocadura en San Clemente, se denominó en el último
tercio del siglo XVIII de la Otomisa, cuyo origen se ignora.
También se
denominó Angostillo de San Bartolomé, nombre con el que figura en 1845, fecha
en la cual quedó incorporada a San Bartolomé. También fue denominada como
“detrás de San Bartolomé”, y San Vicente. En el año 1953 la Hermandad solicitó
el cambio de nombre de Alegría por Virgen de la Alegría.
A nuestro paso nos encontraremos la calle:
Recibe esta
denominación desde la construcción de la nueva
parroquia de San Bartolomé a finales del siglo XVIII. Es una calle
relativamente ancha si se compara con otras de la antigua judería, quizás por
la rectificación que sufrió al construirse la nueva parroquia y por la
rectificación sufrida por la manzana postrera.
La iglesia
de San Bartolomé fue construida en sustitución de la que se levantaba en la
Plaza de las Mercedarias y que amenazaba ruina.
La iglesia
actual se debe al arquitecto José Echamorro, que comenzó a construirla en el
año 1779 y la finalizó en 1806. El edificio posee una portada neoclásica muy
austera, ocurriendo lo mismo con su torre.
En sus
calles, hasta el siglo pasado, todos los 24 de agosto, día de San Bartolomé,
los jóvenes de la feligresía practicaban un rito muy particular, que levantó
las protestas de los vecinos y la prensa. “Era inmemorial costumbre... el salir
el día de San Bartolomé algunos mozalvetes en cueros vivos, suponiendo ser
diablos que andaban sueltos ese día, y venían a este mundo a pedir cuartos, a
cuantos se encontraban por las calles; lo cual, y dicho sea de paso, era un
modo de armar negocios en pequeño...” (La Andalucía, 27 de Julio de 1859).
Retrocederemos
para tomar de nuevo Virgen de la Alegría, al final nos encontraremos la calle:
Al
menos desde 1691 la mayor parte de esta calle recibió la denominación de San
Jerónimo, por un cuadro con su imagen que allí figuraba, y que ya había
desaparecido en 1839.
En
la confluencia con Garci Pérez y el pasaje de Zamora queda un espacio abierto
que anteriormente tenía consideración de plazuela y que recibió distintos
topónimos, a veces coetáneos: plaza de los Leones (Olavide, 1771), plazuela del
Morillo (entre 1745 y 1829), que González de León confunde y llama plaza de
Murillo, y a partir de él reproducen su error Moreno Gálvez (1845),
Álvarez-Benavides (1873) y Montoto (19401; también es denominada plazuela de Sanclemente
(1898) y de los Migueletes.
En
la reforma general del callejero de 1845 la plazuela perdió su denominación y
quedó toponímicamente incorporada a San Jerónimo. En 1869 se rotuló
oficialmente con el nombre que hoy conserva, en memoria de Manuel Sanclemente, organista de la Catedral, que en ella
vivió. Con harta frecuencia aparece nombrada San Clemente, creando ciertas
confusiones.
Confluyen
por la acera de los pares Virgen de la Alegría y Garci Pérez, y por la de los
impares el pasaje de Zamora. Al acceder desde Verde, la calle es sumamente
estrecha y está pavimentada con losetas; se ensancha un poco a partir del núm.
7, por retranqueo de las fachadas de varias casas, resultado de una
rectificación, de líneas de principios de siglo (1914). A continuación se abre
en el espacio que corresponde a la antigua plazuela y que se encuentra
adoquinado.
Finalmente,
el tramo que termina en Zurradores presenta un trazado marcadamente rectilíneo
y está, de nuevo, pavimentado con losetas de cemento. El alumbrado eléctrico
fue introducido en 1945, y hoy se apoya sobre farolas de brazo de fundición
adosadas a las fachadas, tipo gas.
Salvo
la antigua plazuela, abierta a la circunvalación de automóviles en sentido
transversal, está cerrada al tráfico rodado; sin embargo, a finales del s. XIX
estaba abierta y los carruajes causaban graves daños en las fachadas de las
viviendas, por lo que en 1873 los vecinos solicitaron la colocación de un
marmolillo.
En
la edificación alternan las viviendas tradicionales de dos y tres plantas con
casas de pisos de reciente construcción de tres y cuatro plantas, y se conserva
alguna casa de vecinos. Dominan las casas deshabitadas y en ruinas, algunas de
ellas con los huecos de ventanas y puertas tapiados, que en conjunto dan a la calle
un aspecto de deterioro y abandono.
Con
todo, se registra una cierta actividad comercial y de negocios de carácter
tradicional y familiar. Como queda dicho, allí vivió y murió el organista de la
Catedral, cuyo nombre lleva la calle, y durante algún tiempo también vivió el
pintor Bartolomé Esteban Murillo, lo que ayuda a comprender la confusión en la
que cayó González de León.
A
la derecha y la próxima a la izquierda llegaremos a la:
En
la confluencia de Verde,
Nardo, Juan de la Cueva, Juan Hispalense y Cano y Cueto. (recorrido
completo)
Recibe
esta denominación con seguridad desde 1579,
por localizarse en ella
establecimientos dedicados al trabajo de
las pieles. La proximidad de la plaza de Zurradores y la semejanza de ambos
topónimos ha originado que en ocasiones hayan sido confundidos, de forma que
tanto en el plano de Olavide (1771), como en el de Sartorius (1848) o en Las
calles de González de León, sus nombres aparecen cambiados.
Esta
plaza poseía una posición excéntrica en la Sevilla histórica, ya que la misma
muralla marcaba uno de sus flancos; de ahí la localización en ella de
actividades fabriles molestas como es la de la industria de la piel, por los
malos olores que desprenden en el proceso del curtido. También son frecuentes
las alusiones a la existencia de muladares y estercoleros en las proximidades
de la muralla, que dan asimismo idea de su marginalidad.
La
muralla permaneció exenta, como mandaban las ordenanzas, hasta su demolición en
la década de los sesenta de la pasada centuria, si bien se produjeron
reiterados intentos de adosarle edificaciones, y el Ayuntamiento en alguna
ocasión tuvo que detener la construcción de unas casas (1622), o incluso mandar
demolerlas (1619), porque se habían construido sin autorización; los
peticionarios, en su deseo de conseguir el permiso para edificar, afirman que
“los adarves se conservan mejor estando cubiertos, con que sea condición que la
ciudad pueda derribarse cada y quando quisiere, las edificaciones fechas sobre
las murallas” (Sec. 10, 1578, f 295).
Una
cañería de agua corría paralela al muro entre Curtidores y Zurradores, lo que
ocasionó algunos problemas al llevarse a cabo el derribo de la muralla, y no
deja de ser curiosa la noticia que recogía la prensa, en 1855, al solicitar que
se coloque un grifo o llave en el muro de la plaza de Curtidores, por donde
pasa el conducto de agua.
La
plaza, tal como reflejan los primeros planos de la ciudad, poseía una planta
irregular, con un frente más corto en el interior y abierta hacia la muralla,
prolongada además por una barreduela, la actual Nardo.
Al
derribarse la muralla, se procedió a la construcción de una nueva manzana en el
costado oriental y se realizó un proyecto de alineación en 1875 que, unido a
otro de 1917, han dado como resultado una planta prácticamente cuadrangular y
flancos alineados; el único recuerdo que conserva de su trazado medieval es una
estrecha barreduela en uno de sus frentes interiores, pervivencia de una
antigua callejuela que comunicaba con Archeros.
Enmarcada
por una calzada de adoquines, en buen estado de conservación, se inscribe la
plaza propiamente dicha, de planta ovalada y suelo terrizo, salvo una franja
exterior pavimentada en parte con losetas de cemento. Sobre esta franja externa
se sitúan árboles de buen porte de distintas especies y un quiosco de madera
pintado a rayas blancas y verdes.
El
resto de la plaza queda totalmente libre, salvo un largo palo de madera que se
yergue justo en el centro y cuya funcionalidad o valor ornamental se ignora; en
general ofrece un estado de abandono, que no invita a su utilización como
espacio de recreo.
Se
ilumina mediante farolas sobre brazos de fundición adosados a las fachadas. A
principios del s. XVII allí se alzaba una gran cruz de hierro sobre peana de
material, y todavía a principios del s. XX (1910) se mandó reparar su fuente
pública, hoy también inexistente.
Históricamente
la función más característica de la plaza fue la elaboración y curtido de
pieles, y todavía en 1875 se recogía la existencia de una casa-tenería; hoy
esta función de carácter industrial ha desaparecido y, además de la
residencial, sólo es de destacar la existencia de varios hostales y casas de
huéspedes.
Su
condición de espacio abierto ha propiciado la localización en ella de fiestas y
actividades lúdicas. Como al otro lado de la muralla, delante del matadero, se
corrían toros, en 1579 Rodrigo de Jerez, jurado y correo mayor, “pide que se le
de licencia para que en unas casas que tiene en la plazuela de los Curtidores
pueda haser un sitio para ver los toros cargando sobre las pilas de las
almenas” (Sec. 10. 1579, f 295)
A
principios de siglo se levantaba en la plaza una Cruz de Mayo, pero quizás la
anécdota más curiosa sea la que se produjo con ocasión del eclipse ocurrido el
29 de mayo de 1900, cuando los vecinos levantaron un telescopio casero para
observarlo: “En la plaza de Curtidores colocaron los vecinos uno, compuesto de
unas escaleras, un tubo de lata y varios cristales ahumados. Los del aparato
fueron recibidos con aplausos y risas disputándose el mirar por el novísimo
telescopio de su invención” (El Liberal, 29-V-1900).
Retomaremos
al salir de la plaza de Curtidores la calle:
De Céspedes a la Plaza de Curtidores. (recorrido completo)
Es conocida
con ésta denominación desde principios del siglo XV (1410), pero se ignora totalmente su origen. En
ocasiones también figuró como calle de Cal Verde, lo que no deja de ser una
redundancia, al ser el término Cal sinónimo de Calle.
Es una calle tan estrecha, que las
farolas que se encuentran adosadas a las fachadas prácticamente llegan a tocar
la pared de enfrente. Su estrechez contribuyó grandemente a conferirle un
carácter marginal que mantenía aún en el siglo XVIll, a tenor de las quejas
expresadas por los vecinos cuando declaraban en el año 1755 que “...el
administrador a cuyo cargo está el cuartel de los Gitanos, excusándose a gastar
en el transporte de cargas de estiércol la inmundicia de la poza, lugar común
de dichos gitanos, hace verter el orín en tinas por dicha calle Verde y
Arqueros, causando en ello pestilencia, hedor, capaz de infectar a más de
imposibilitar el tránsito a los vecinos moradores en dichas calles...”.
Hasta finales del
siglo XIV formó parte de la judería sevillana, hasta que tras el asalto y
saqueo de 1391, la comunidad hebrea se vio obligada a dispersarse; pero
debió continuar siendo identificada como “Hogar Judío”, pues cuando en el año
1437 se quiso nuevamente proceder a su aislamiento, los mismos judíos
sevillanos propusieron la calle Verde como uno de los lugares más apropiados.
Retrocediendo
a Sanclemente, la segunda a la izquierda llegaremos a la calle:
GARCI-PEREZ
De
plaza de las Mercedarias y Vidrio a Sanclemente y pasaje de Zamora. (recorrido completo)
Al menos desde 1483 es conocida como
calle de los Escuderos, hasta que en 1845 se rotula con su actual denominación en memoria de Garci Pérez de Vargas, uno de
los caballeros que acompañaron a Fernando III en el asedio y conquista de la
ciudad de Sevilla y cuya figura se encuentra, junto a las del arzobispo don
Remondo, Ramón Bonifaz y Alfonso X, en el pedestal de la estatua de San
Fernando. Asimismo, unos versos anónimos que estaban grabados en la Puerta de
Jerez hacían alusión a este personaje y a su hazaña:
“Hércules
me edificó
Julio
César me cercó
De
muros y torres altas
Y
un Rey Sabio me ganó
con
Garci Pérez de Vargas”.
La
calle es estrecha, de trazado irregular y ligeramente curvilínea. A mitad de la
acera de los impares posee una larga barreduela, que ha sido objeto de una
rectificación de líneas en fecha reciente, pero no así la calle propiamente
dicha que presenta varios entrantes y salientes.
En
la confluencia con la actual Sanclemente existía un husillo, que recogía las
aguas de las calles adyacentes.
Entre
1590 y 1627 son continuas las peticiones para que se repare o limpie, pues no
tiene capacidad para sumir todas las aguas y las casas de los vecinos se anegan
con frecuencia. Al mismo tiempo, por esta calle subía una cañería de agua desde
la Huerta de Espanta-perros y plaza de Zurradores.
Relacionado
con las corrientes de agua se plantea la conveniencia o necesidad de empedrarla
(1606-1638). Un primer tramo fue adoquinado en 1897 y en su totalidad entre
1906 y 1907.
Tras
haber sido mejorada la red de saneamiento, que obligó a levantar la calle, se
ha vuelto a adoquinar; también ha sido recientemente pavimentada, con losetas,
la barreduela que posee en el lado impar; carece de aceras, salvo en el
retranqueo que presenta en la confluencia con Sanclemente, que son de cemento;
cuenta con farolas sobre brazos de fundición adosados a las fachadas.
A
pesar de su estrechez está abierta al tráfico rodado y en las fachadas de las
casas conserva salvar ruedas de distintas fechas y materiales.
Buena
parte de las edificaciones se encuentran en estado de abandono y en algunos
casos totalmente derruidas; por otra parte, algunas de estas viviendas
tradicionales de tres y cuatro plantas resultan muy altas para la anchura de la
calle, acentuando aún más la impresión de angostura.
También,
como ha sido habitual en el casco histórico en las pasadas décadas, se ha
producido la renovación de parte del caserío por bloques de viviendas.
En
la acera de los pares se conservan dos casas catalogadas del s. XVIII, en una
de las cuales, la núm. 8, se celebraba la fiesta de las cruces de mayo a
principios de siglo (1914).
Parte
de esta acera está ocupada también por la fachada trasera de la casa-palacio de
los Mañara, del XVIII. Hoy posee de forma exclusiva una función residencial,
pero a finales del s. XVI existían tiendas que sacaban cajones a mitad de la
vía pública, de forma que sería imposible transitar por esta calle ya de por sí
estrecha.
Asimismo,
en el XVIII se instaló un horno para purificación de metales, con el
consiguiente perjuicio para los vecinos, y que es indicativo de su posición
excéntrica en el casco histórico: “A continuación declara un vecino de la calle
del Vidrio, inmediata a Escuderos, y dice que en la casas de la Imaxen viven
unos ingleses y hace unos meses se a labrado un orno donde se purifican los
metales que se traen de las minas de Guadalcanal y a visto que en las ocasiones
que se hazen estas operaciones sale por sima de los texados y paredes de dicha
casa un incendio grande de llamas de fuego, con muchas chispas y humo, el qual
se comunica o esparze por todas las casas de las inmediaciones, que causa mala
vezindad y olfato”.
Dejando
ésta a nuestra izquierda, continuando a la derecha nos encontraremos la:
En
la confluencia de Tintes, Estella, Irún
y Sanclemente. (recorrido completo)
Recibe
esta denominación con seguridad desde 1588, por la existencia de manufacturas de pieles en ella y sus aledaños. Por
su proximidad a la plaza de Curtidores y similitud de sus topónimos, a veces se
ha producido una confusión entre ambos. Así en un documento de 1628 se dice:
“...que
en una plazuela que llaman de los Zurradores o Curtidores...”; asimismo tanto
en el plano
de Olavide (1771) como en el de Sartorius (1848) y en Las calles.., de González de León figuran cambiados los
nombres de ambas plazas.
Pequeña
plaza situada junto a la muralla, poseía una posición excéntrica en la Sevilla
histórica, de ahí la ubicación en ella de actividades molestas como son las
curtidurías, por los malos olores que desprenden; de igual modo hay noticias en
1622 de la existencia de un muladar
en la misma plazuela, que los vecinos solicitan que se traslade extramuros.
Por
otra parte, son reiterados los intentos de ir ocupando este espacio con construcciones
adosadas a la muralla (1619, 1628), pero el Ayuntamiento exige su demolición La
muralla ha perdido ya su función de defensa y protección para la que fue
construida, de modo que en 1717 varios vecinos de Zurradores solicitan que se
tapie una torrecilla, que "es ocasión de muchas questiones y ofensas a
Dios” (Sec. 10, 1717 fol. 168), probablemente la misma que, tras el terremoto
de 1755 y dado el estado en que quedó, se mandaría derribar al año siguiente.
A
partir de 1864 se procedería a la destrucción del lienzo de muralla, quedando
la plaza abierta hacia el exterior, como puede apreciarse en el plano de 1868.
No
mucho más tarde, en 1878, se construiría una nueva manzana entre Zurradores y
la actual Menéndez
Pelayo, que daría lugar a la formación de dos nuevas calles, Estella e
Irún, y a la configuración que hoy presenta la plaza.
Posee
planta cuadrangular y pavimento de adoquines en buen estado de conservación y
su iluminación se apoya sobre farolas con brazos de fundición adosados a las
fachadas.
Carece
del mobiliario urbano propio de las plazas, aunque al menos hasta 1918 contó
con una fuente pública de agua, pues una de las principales cañerías de agua
entraba en la ciudad desde la Huerta de Espanta-perros, por Zurradores y Garci
Pérez.
Hoy,
tanto los laterales como el centro de la plaza están ocupados por vehículos
aparcados, que parece ser su principal función. Históricamente sirvió al
parecer como picadero de caballos, lo que da idea también de su posición
excéntrica en la ciudad:
“Ley
un memorial de, de exercicio picador de cavallos en que dize que necesitando
para el manejo dellos citio cómodo, a encontrado serIo la plazuela de los
Zurradores en la parroquia de San Bartolomé y siendo preciso hallanar algunos
citios para el mejor juel lo de los cavallos cuios dueños a su costa estan
promptos a hazer..” (Sec. 10, 1751, fol- 84).
Las
edificaciones son de carácter desigual, tanto por su fecha de construcción como
por su tipología y alturas. Existen algunas viviendas unifamiliares de tres
plantas, una de ellas fechada en 1878; casas de escalera de igual altura, una
de 1893 y otra de 1914, en este último caso bastante deteriorada, pero
habitada, y también se ha producido en parte la sustitución del caserío
tradicional por bloques de viviendas de cuatro alturas; la manzana que dio
lugar a la formación de Estella e Irún constituye una edificación única,
propiedad de una entidad bancaria, de ladrillo visto y tres plantas hacia
Zurradores, pero se eleva hasta seis en el frente que da a Menéndez Pelayo.
Predomina
la función residencial, pero junto al establecimiento bancario, existen otros
bajos comerciales ocupados por un taller de confección de trajes de flamenca y un
garaje de automóviles.
En uno de los extremos de la plaza de Zurradores nos
encontramos la calle:
Recibe esta denominación en 1878, al
formarse la calle, en conmemoración de
la recuperación de esta localidad durante la tercera guerra carlista
(1872-1876). En 1935 se amplía a Conquista de Estella, pero en 1949 se vuelve
al nombre original. La plaza de Zurradores había quedado abierta a la “ronda”
al derribarse las murallas.
En
1878 en parte del espacio de la plaza se construyó una manzana rectangular,
dando ocasión a la formación de dos cortas calles en sus flancos: Irún y
Estella. Es ésta, pues, una calle sin apenas historia, corta y de trazado
rectilíneo, que no da acceso a ninguna vivienda.
Posee pavimento de adoquines en buen
estado de conservación, estrechas aceras de losetas de cemento y cuenta con una
única farola sobre brazo de fundición.
Presenta alturas muy desiguales: la
acera de los pares está constituida por una edificación de una sola planta, y
la de los impares tiene tres en la parte que mira hacia la plaza y seis alturas
hacia Menéndez Pelayo.
Saliendo de la plaza por donde entramos a nuestra izquierda
encontraremos la calle:
Desde San
Esteban a Armenta era conocida como Tintes, al menos desde el año 1613, por la presencia de este tipo de actividad
artesanal. El pequeño tramo existente entre la Plaza de Zurradores y
Armenta se denomina Postigo
del Jabón desde 1483, por el existente a esta altura de la muralla, y
durante todo el siglo XVI figura como Arquillo de Ciarebout
(o Ciarevout), por uno que descansaba sobre una casa propiedad de dicho título
nobiliario.
La calle
corría paralela al Lienzo de la muralla comprendido entre la Puerta
de Carmona y el Postigo del Jabón y en sus orígenes la muralla debía de
estar exenta por las disposiciones que obligaban a dejar una ronda entre ésta y
las primeras edificaciones, pero poco a poco las casas adyacentes fueron
ocupando el espacio de la ronda, primero con construcciones temporales, como es
el caso de un industrial que solicita levantar un colgadizo de caña, y más
tarde permanentes, de modo que en el Plano de Olavide de 1771, aparece ocupado
todo este espacio que originariamente correspondía a la ronda.
Por esta razón, al destruirse la
muralla entre la Puerta de la Carne y Zurradores, en la medida que los tramos
de la muralla estaban incorporados en algunas viviendas, no fueron demolidas.
Esta calle tuvo cierta actividad industrial.
En primer lugar, las Fábricas de Tintes, que le dieron
nombre a la calle; más tarde hay noticias de la existencia de una fábrica de
cerveza en el año 1733, de loza en el año 1839, e incluso en 1858 se instaló en
la casa núm. 7 una fábrica de curtidos de pellejos de cabritos para la
fabricación de guantes, lo que motivó las quejas del vecindario por los malos
olores que se desprendían.
Hacia la
izquierda llegaremos a la calle:
De Vidrio a Tintes (recorrido
completo)
Las
primeras referencias a esta calle son de finales del siglo XVIII (Plano de
Olavide de 1771), donde aparece rotulada como Armenla, que va fluctuando con
Armenta (1839), y Almenta (1845 y 1848).
Durante
este periodo es también conocida como calle de la Rosa, hasta que en 1845 se
impuso la denominación actual.
Recibió su
nombre de la Familia de los Armenta,
que residían en la casa n. 4, y que
conserva en el dintel de la puerta el escudo nobiliario de la familia.
Al
final de la calle Vidrio, llegaremos a la calle:
Recibe
esta denominación al menos desde 1488 por
situarse en ella iglesia de igual advocación; a veces, en el s. XVII figura
innominada como “calle que va de la plaza del Duque de Alcalá a la Puerta de
Carmona”, y ocasionalmente es denominada.
Ancha
de San Esteban y calle Real de la Puerta de Carmona, o tan sólo calle de la
Puerta de Carmona. La Puerta de Carmona ha constituido uno de los principales
puntos de acceso a la ciudad histórica y San Esteban uno de sus grandes ejes,
identificado con el tramo oriental del decumano romano.
Por
ello buena parte de su historia está relacionada con el trasiego de mercancías
a través de ella (pan, vino, carne,..), el paso de personajes bien sean
históricos o literarios (como el Diablo Cojuelo de Vélez de Guevara), las
procesiones que desde el convento de San Agustín se dirigían hasta la Catedral,
o el Vía Crucis establecido en el s. XVI, que tiene su primera estación en la
plaza de Pilatos y la última en la Cruz del Campo.
Asimismo
en el husillo situado en la Puerta de Carmona confluían los derrames de las
aguas procedentes de distintas zonas de la ciudad “Desde la Costanilla,
Peladero, San Isidoro, S. Bartolomé, S. Nicolás, arquillo de Clarebout y otros
puntos..”, como reza un documento municipal de principios del s. XIX (1802), y
hay noticias de la existencia de estos caños desde el s. XV (1487); como
consecuencia de ello, son frecuentes las noticias alusivas unas a la limpieza y
reparación de los desagües, y otras a la formación de lodazales y al
estancamiento de aguas mal olientes, más acusado aún por los derrames
procedentes de las tenerías y tintes de las calles adyacentes.
Pero sobre todo la principal función histórica
de la Puerta de Carmona se relaciona con el hecho de que hasta ella llegaban
las arcadas de los Caños
de Carmona, que desde tiempo de los almohades y hasta la presente centuria
han abastecido a la ciudad de agua potable proveniente de Alcalá de Guadaira.
En
ella se situaba el arca general de distribución de las aguas, desde donde se
surtía la mayor parte de las fuentes de la ciudad; también había allí un pilón
para el ganado, en el que en alguna ocasión el Ayuntamiento hubo de prohibir a
los vecinos que se bañaran:
“...enterada
la Diputación de que el pilar de la Puerta de Carmona, destinado para vever el
ganado y vien público del vezindario, se ta enturbiando el agua a causa de irse
a bañar en el diferentes personas chicas y grandes y por cuia cauza el ganado
lo llevan a vever a la Cruz del Campo, con gran perjuicio de aquel conducto y
inficionar las aguas que vienen para la ciudad, se manda por esta Diputación se
publique bando a la Puerta de Carmona, barrio de San Roque y Calzada, para que
ninguna persona chica ni grande, de día ni de noche, se pueda bañar en dicho
pilar, so pena de quatro años de presidio...” (Sec. 5, ll-VII-1739).
Los
Caños de Carmona y el arca de distribución de las aguas continuaron cumpliendo
su función hasta principios de la presente centuria, al acordarse en 1908 la
construcción de una tubería subterránea y la destrucción del acueducto.
La
puerta, que se situaba aproximadamente en la confluencia de Tintes y Mosqueta,
fue descrita por Fernán Caballero en 1841 como “una de las más bellas del
recinto”.
Por
las noticias que han llegado hasta hoy, se sabe que se encontraba a punto de
caerse en 1576, por lo que se acuerda su reparación, que se llevó a efecto
entre 1578 y 1586; se colocó una imagen de la Virgen de la Concepción y se
ordenó que las armas de la portada de piedra fuesen pintadas y doradas; en 1604
fueron sustituidas las deterioradas puertas por unas nuevas; contaba asimismo
con una torre para prisión de caballeros, y en 1705 se dio permiso al encargado
del arca del agua para que tabicara tres arcos y se construyera allí su
vivienda.
En
las revueltas de 1836 la puerta fue
tapiada, y un año más tarde los vecinos solicitaron que se derribara la obra de
fortificación. En el s. XVI (1577) se cerraba a las once en verano y a las diez
en invierno, pero ya en 1611 los vecinos de San Roque solicitaron que
permaneciera abierta durante toda la noche; en 1646 se recuerda a los guardas
de las puertas de Triana, Carmona y Macarena la obligación que tienen de cerrarlas
conforme mandan las ordenanzas, de donde cabe deducir que ya entonces las
puertas podían quedar abiertas por las noches; con seguridad desde principios
del XIX (1825) permanecían siempre abiertas y, finalmente, en 1868 fueron
derribadas.
El
continuo trasiego de carros y los derrames de agua ocasionan frecuentes quejas
sobre el estado intransitable de la calle y la necesidad de limpieza y
reparación. Hay noticias de su enladrillado en 1518 y 1581, fue empedrada en
varias ocasiones a lo largo del s. XVII, y adoquinada por vez primera en
1916-18. Asimismo al intensificarse el tráfico rodado se pone de manifiesto la
escasa amplitud de esta vía, y entre 1877 y 1937 se suceden varios proyectos de
alineación y ensanche.
Actualmente
San Esteban presenta un trazado irregular, que se curva en la parte final; es
más estrecha cuando parte de la plaza de Pilatos, se ensancha a la altura de la
iglesia, y sobre todo en la parte final, en la zona donde estaba situada la
puerta.
Este
último tramo fue objeto de una reordenación general tras el derribo de la
muralla. Se alinearon las fachadas y se construyó una pequeña manzana
triangular en la confluencia con Muro de los
Navarros, de forma que el espacio vacío y abierto que quedaba en las
proximidades de la puerta quedara integrado en la calle.
Confluyen
por la acera de los pares Cristo del Buen
Viaje, Vidrio y Tintes, y por la de los impares Medinaceli, Virgen de la
Luz y Mosqueta; tiene también en esta acera una barreduela, denominada Europa
hasta 1845, fecha en que quedó toponímicamente unida a San Esteban.
Posee
calzada de asfalto y estrechas aceras de losetas, que hacen el tránsito muy
incómodo para los peatones que por allí circulan. Se ilumina con farolas de
brazo de fundición adosados a las fachadas.
Registra
un intenso tráfico rodado de entrada desde la "ronda" hacia el casco
histórico, aunque hasta 1985 la dirección era de salida. Predominan los
edificios de viviendas de tres plantas, si bien se conservan algunos de dos,
con frecuencia deshabitados; también se ha procedido en parte a la sustitución
de este caserío tradicional por viviendas de pisos de cuatro plantas, por lo
que se aprecia cierto desequilibrio en las alturas de la edificación.
Es
de destacar la casa núm. 5, con fachada a San Esteban y Medinaceli; fue
construida en el s. XVIII y posee dos plantas y ático. La iglesia de San Esteban
fue levantada, según la tradición, sobre una mezquita; sus dos fachadas góticas
se fechan en el s. XV, y en la portada de la derecha hay una figura de 1618 que
representa a San Esteban.
En
1868 fue expropiada y destinada a escuela pública, en 1872 fue declarada
monumento nacional y en 1877 restituida al culto. Allí se venera la imagen de
la Virgen de la Luz, en cuyo nombre se han organizado veladas en la arriada y continúa saliendo en procesión en
el mes de septiembre; pero sin duda las imágenes más veneradas son las del Cristo de la Salud y Buen
Viaje y la de la Virgen de los Desamparados,
que salen en procesión el Martes
Santo, dotando a la calle de un ambiente especial a su entrada y salida,
por la particular dificultad que tienen los pasos al enfilar la puerta gótica.
También
recorren esta calle durante los días de Semana
Santa las cofradías de San Roque, San Benito y la de los Negritos, es
decir, las que tienen su sede en iglesias situadas extramuros.
Junto
a las funciones residenciales y de tránsito, hay que destacar una diversificada
actividad comercial y hotelera, más evidente en el tramo final, en la zona
antiguamente ocupada por la puerta, y que enlaza con una tradición que viene al
menos desde principios de s. XVII, de forma que la Puerta de Carmona continúa
teniendo una presencia real en la ciudad.