BARRIOS DE SEVILLA


BARRIOS: CERRO DEL AGUILA, BARRIO DE LA MACARENA, BARRIOS DE SAN VICENTE Y SAN LORENZO, BARRIO DEL POLIGONO SUR, BARRIO DE TRIANA, CIUDAD JARDIN, BARRIO DEL ARENAL

CERRO DEL AGUILA
En la zona más elevada de Sevilla, hacia los años treinta comenzó a tener entidad de barrio el popular Cerro del Águila, edificado sobre terrenos del célebre cortijo del Maestrescuela. Alegre y asequible, cuenta con mercado de abastos, con una muy conocida Hermandad del Rocío, y con una iglesia, la Parroquia de Ntra. Sra. De los Dolores cuya imagen realiza la estación de penitencia más larga de todas las que salen en procesión durante la Semana Santa. Este barrio debe su nombre a la abundancia de estas aves que en otro tiempo había en este relieve geográfico. Situado sobre una ciudad tan notoriamente llana que llegó a atraer por aquellos años incluso a emisoras de radio.

Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores. En mayo de 1944 se colocó la primera piedra en el lugar donde hoy se alza el templo de la Virgen de los Dolores, en la calle Afán de Ribera. Esta Hermandad realiza estación de Penitencia durante la Semana Santa, y se incluye en la llamada Carrera Oficial desde el año 1987; es, por la lejanía del barrio a la catedral, la que más tiempo emplea en realizarla, atravesando Sevilla de Este a Oeste hasta alcanzar el Centro. El Santísimo Cristo del Desamparo y Abandono es un crucificado anónimo del s. XVI. El misterio es obra de Juan M. Miñarro, fechada en 1989 y el autor de la Dolorosa es Sebastián Santos Rojas (1955).


BARRIO DE LA MACARENA
Tras pasar el arco de la Macarena es adentrarnos en uno de los barrios con más solera de los que aún mantienen la típica impronta sevillana. Popular y castizo, podría decirse que se trata de un pueblo en el corazón de la ciudad, un pueblo con vida propia en el que su arquitectura y su gente son tan importantes y heterogéneas como lo son sus monumentos, sus leyendas y sus tradiciones.

La puerta de la Macarena es la única que se conserva, junto a un tramo de muralla que llega hasta la puerta de Córdoba. A lo largo de ella se suceden siete torreones cuadrados y uno octogonal –la torre blanca o torre de la Tia Tomasa-, donde cuenta la leyenda que habitó el diablo Cascarrabia convertido en mico, y que a las doce de la noche daba tremendos aullidos capaces de aterrar a la vieja más impávida.

La muralla, construida en el s. XII sobre los restos de una romana anterior, fue reformada y ampliada más tarde por almohades y cristianos, y formó parte del muro defensivo de la ciudad, que alcanzó seis kilómetros de perímetro, con 166 torreones, 12 puertas y 3 postigos, en su mayoría sacrificados a fines del s. XIX como consecuencia de los nuevos trazados urbanos. El arco, cuyo aspecto actual, enmarcado en pilastras y rematado con jarrones, es obra del siglo pasado, es la célebre puerta de la Macarena, llamada “Bab-al-Makrina” por los árabes. Ya existía en el s. II (d.C.) cuando Sevilla disfrutó de un gran esplendor llegando a ser la capital de la Bética y la mayor ciudad de España. De hecho, el Cardus Maximus o calle principal se prolongó en aquellos tiempos por la actual calle San Luís hasta la puerta de la Macarena, aunque con anterioridad ya existía algún núcleo de población en este enclave. Frente a ésta, la basílica de la Macarena, con la majestuosa  imagen de la Virgen de la Esperanza Macarena, talla barroca que ha sido modelo de dolorosas sevillanas y andaluzas y que la tradición atribuye a Luisa Roldán, “La Roldana”, pues sus rasgos sólo los pudo crear la sensibilidad femenina.

Son variadas las teorías y tradiciones acerca del nombre “Macarrena”. Desde las que apuntan a su origen romano Macariusena (propiedad de Macario) o Macaria, hija de Hércules, en cuyo honor se construyó esta puerta, hasta los que opinan que procede de los palacios de una princesa mora. Lo que sí es cierto, es que casi todas las teorías coinciden  en la existencia de una finca o cortijo que nacía en el arrabal de la puerta Norte (puerta de la Macarena).

También está probado que por ella entró el infante don Fadrique en 1358, cuando engañado vino a Sevilla para ser muerto por mandato de su hermano, el rey Pedro I de Castilla. Sufrió reformas en el s. XVI para mejorar los accesos de la ciudad y durante el XVIII para arreglar los desperfectos causados por el terremoto de Lisboa.

Bordeando las murallas por la calle Macarena llegaremos a la puerta de Córdoba, que se encuentra adosada a la espalda de la iglesia de San Hermenegildo. Desconocida para muchos, se trata de la típica puerta musulmana acodada y de arco de herradura; en ella cuenta la leyenda que sufrió la muerte San Hermenegildo en el año 578, hecho histórico difícil de constatar y más aún de creer. También se dice que Fernando III el Santo entró por ella disfrazado de moro días antes de la conquista de la ciudad para inspeccionarla, saliendo por la puerta de Jerez. Estamos ya en el barrio de San Julián, con bellísimo trazado de calles sinuosas y cuya iglesia alberga la popular Virgen de la Hiniesta.

Son barrios que no han perdido el sabor con el paso de los años. De hecho, fueron los preferidos por Cervantes, al que no le faltó la inspiraron con los descendientes de los poco aristocráticos vecinos que se afincaron en estos barrios tras la expulsión de los judíos.

A las espaldas de San Gil, la plaza del Pumarejo es todo un espectáculo los días de Semana Santa, cuando el barrio entero se viste de gala. La plaza la preside el palacio de don Pedro Pumarejo, y curiosamente, en el tramo de la calle San Luís que va desde esta plaza hasta la de Santa Marina, fue donde el rey Pedro I el Cruel vio por primera vez a doña Maria Coronel y se enamoró de ella, sometiéndola después a tal acoso que dio origen a una de las más notables leyendas sevillanas: la dama, para huir de las vehemencias del monarca, se arrojó aceite hirviendo en el rostro, cuyas marcas aún se pueden apreciar pues su cuerpo incorrupto es expuesto al público cada 2 de diciembre en el convento de Santa Inés, que ella misma fundó.


BARRIOS DE SAN VICENTE Y SAN LORENZO
Estos barrios nacidos en la Edad Media y desarrollados durante el Renacimiento y el barroco, conservan una tremenda riqueza monumental con gran variedad de estilos artísticos que se superponen incluso en los mismos edificios.

Su historia se remonta a la dominación musulmana, cuando estos terrenos quedaron dentro del cerco amurallado ampliado por los almohades. Fernando III el Santo, después de la conquista en 1248, se encuentra con veinte hectáreas donde abundaban los huertos, y tras el reparto se produce la urbanización en sentido reticulares se trazan las calles “ a cordel” y las manzanas adquieren la forma rectangular que aún mantienen.

Son barrios que surgen en el XIV con una estructura urbana que contrasta con el resto de la ciudad de marcado carácter árabe, y numerosas parcelas son cedidas para la edificación de conventos y  palacios con extensos huertos y jardines. Ya en el siglo XII se fundó el convento de Ntra. Sra. del Carmen, hoy desaparecido, en el barrio de San Vicente. Y más tarde se fundarán los conventos de San clemente y Santa Clara –sobre el antiguo palacio del Infante don Fadrique- en el barrio de San Lorenzo.

En el s. XV se alza el convento de Santa María la Real, hoy propiedad de los dominicos. Las órdenes mlitares también se asientan en estos barrios, en concreto la de Calatrava, Santiago de la Espada y San Juan de Arce.

La cruz que existe en la plaza de Teresa Enríquez es un testigo vivo de cómo las plazas de la ciudad pasaron a ser los cementerios a raíz de la conquista cristiana, pues ella misma perteneció al extinto camposanto.

En el XVI, en pleno Renacimiento, la ciudad seguía conservando sus 15 puertas, de las que los vecinos de San Vicente y San Lorenzo tenían más próximas la de Goles o puerta real (al final de la calle Alfonso XII, la puerta de San Juan o del Ingenio (al final de la calle Guadalquivir) y la puerta de Almedinilla o de la Barqueta (al final de la calle Calatrava). Por esta época adquiere reconocimiento de barrio el llamado de los Húmeros, que va desde los inicios de la calle San Vicente hasta la plaza de Armas, donde se construyó la conocida estación de ferrocarril. Barrio extramuros de pescadores, conserva el oficio en el nombre de sus calles (Redes, Ríos, Bajeles...)


BARRIO DEL POLIGONO SUR
El Polígono Sur es un conjunto de barriadas sociales que se fueron edificando progresivamente para paliar el constante problema de la vivienda que sufrió Sevilla durante más de medio siglo. Consta de tres sectores principales, la barriada de Ntra. Sra. de La Oliva, Polígono Sur o de La Paz, y Las Tres Mil Viviendas y está dotado con instalaciones deportivas, colegios, guarderías, institutos de bachillerato y Formación Profesional, centros de salud y centros informativos.

Esta infraestructura le auguran, con el esfuerzo de su vecinos unas buenas perspectivas de futuro que acaben definitivamente con la mala imagen creada por el emplazamiento de determinados puntos negros de la delincuencia sevillana.

Barrio inmortalizado ya en algunos cantes, como los de Pata Negra, reúne unas peculiares características que si bien corresponden  las clases sociales menos elevadas, no por ello dejan de tener la alegría y el sabor de lo castizo en su gentes y en sus bares. Pese a ser un conjunto de barriadas de corta edad, cada una de ellas presenta particularidades que las diferencian entre sí, creando un colectivo heterogéneo no sólo de viviendas sino también de personas y de modos de vida.

La historia del Polígono Sur es reciente, y se remonta a 1950, cuando el Instituto Nacional de la Vivienda adjudica 1500 viviendas a familias trabajadoras, que habrían de ser las primeras en instalarse en el Polígono Sur, en la nueva barriada de la Paz. Hacia 1960, y sobre terrenos de la antigua Huerta del Refugio, se crea la popular barriada de Las Letanías, que presenta la curiosidad de que los hombres de sus calles son la traducción al español de la hermosa Letanía Lauretana, redactada por los monjes de la Abadía de Loreto en Italia hacia el s. X (Refugio de los Pecadores, Consuelo de los afligidos, Trono de la Sabiduría, Reino de la Paz...)

En el mes de agosto de 1964 se trasladan al nuevo refugio del Polígono Sur numerosas familias procedentes de los derribos de las chozas existentes en los suburbios de El Higuerón y Fuente Quintillo. Son refugios de 1008 viviendas prefabricadas de una  sola planta, de un kilómetro de largo por ciento setenta metros de ancho con calles asfaltadas y con alumbrado fluorescente. Sus viviendas están dotadas con tres dormitorios, comedor, cocina y cuarto de baño, y a ellas se fueron trasladando progresivamente todos los vecinos de casas ruinosas de la ciudad.

En mayo de 1965 se entrega la recién construida barriada de la Paz, también de 1008 viviendas, esta vez definitiva que alojarán a otras tantas familias procedentes de casas ruinosas. Esta barriada cuenta además con 22 aulas escolares, 14 locales comerciales, centro social, administrativo y sanitario, la iglesia de San Pío X y una línea de autobús, el 21 de aquellos tiempos.

Pero el problema de la vivienda continua en Sevilla a finales de los sesenta, y si bien oficialmente se dice haber acabado con el chabolismo, barrios como el Polígono Sur y otros (San Pablo, Los Merinales, Torreblanca...) se convierten en grandes núcleos urbanos formados por viviendas provisionales prefabricadas que se van deteriorando.

La continua demolición de casas antiguas no deja tiempo para que quede una casa libre en estos efigies: si sale de ellos una familia, ya hay otra esperando para entrar.


BARRIO DE TRIANA
Si hay algo que de verdad diferencia a Sevilla y a Triana en nuestros días es que por su orientación el cielo trianero se tiñe con tintes mágicos cada amanecer y cada atardecer. A los que le llaman pueblo, que no le comparen con Sevilla; a los que le llaman barrio y arrabal, que reconozcan que es el mayor, el más antiguo, el de más carácter y uno de los más céntricos de la ciudad.

Triana, donde vivió el inmortal torero Juan Belmonte, cuya alegórica estatua se erige en la plaza del Altozano de cara a la Real Maestraza; en ese ruedo en el que ningún otro torero ha indultado un toro desde que lo consiguiera el también trianero Rafael Astola, y del que salió a hombros Emilio Muñoz hasta llegar a su barrio.

Para unos, su nombre proviene de la unión Tri “tres” Ana “Rios” por darse allí esa confluencia otros prefieren la evolución Traiana-Trajana-Triana: fundada por Trajano, el emperado romano nacido en Itálica. Ha sido cuna, además, de inmejorables toreros, cantaores, tonadilleras y folclóricas, de personajes tan simbólicos como Rodrigo de Triana, el primero en avistar el Nuevo Mundo (que por cierto renegó de la religión cristiana porque la recompensa ofrecida se la quedó el Almirante).

En Triana se reclutaron y formaron las tripulaciones para América y se aprovisionaron los barcos, como el de Magallanes-Elcano en 1519 que dio la primer vuelta al mundo volviendo a Triana (al puerto de las Mulas) en 1522, yendo Elcano y los suyos a orar a la Virgen de la Victoria, entonces en el convento de los Remedios, hoy en la iglesia de Santa Ana.

De posible fundación tartésica, ya tuvo en tiempos de los romanos una considerable producción alfarera, oficio que aún perdura. Alfareras fueron Santa Justa y Rufina, mártires cristianas, y alfarera fue Rumaiquiya, a la que Almutamid hizo reina de la Sevilla musulmana. En tanto su vecina Sevilla vivió de espaldas al río durante siglos, Triana siempre fue, además, Mariner, una actividad que ha conservado hasta mitad de los años sesenta y que ya parece definitivamente extinguida. También ha contado con otras notables industrias, como la que hubo en el número 24 de la calle Castilla, las almonas de jabón del Duque de Alcalá, que fueron durante los siglos XVI y XVII las mayores fábricas de jabón del mundo, o la empresa aeronáutica Hispano-Aviación, instalada el presente siglo en el corazón de San Jacinto.

A través de los viajeros románticos es cuando se realza el mito trianero, se encuentra una Triana repleta de patios de vecinos o cavas, repartidos por sectores de payos y gitanos. No hay que olvidar el carácter personal de sus fiestas y celebraciones “el Corpus Chico, la Velá, sus cofradías de Semana Santa, su hermandad del Rocío” e incluso de sus comercios.

El único nexo que tuvo con Sevilla fue el puente de tablas que desde tiempos inmemoriales enlazó la plaza del Altozano con Sevilla, donde hasta 1852 no vendría a construirse el primer puente de fábrica de la ciudad, el de Isabel lI, mundialmente conocido como de Triana. Desde allí la calle San Jacinto divide en dos al barrio, separando que hacerse e incluso etnias (cava de los gitanos-cava de los civiles ) a lo largo de la historia trianera.

Como cabecera del puente de barcas se edificó el castillo de Triana en 1171 por el emperador marroquí Abd el Mumen que, si bien aumentó la seguridad de un arrabal sin defensas, le impidió al barrio su expansión natural al encerrarlo en el foso o en la cava, despoblando las zonas aledañas para impedir los asaltos.

Se conformó así una isla con entrada del agua al foso por Chapina y continuando por las actuales calles Alvarado-Clara de Jesús Montero-Pagés del Corro-Génova-Gonzalo Segovia. Peculiares límites urbanos que pervivieron durante nueve siglos, aunque algunas calles de escasa entidad y callejones entre huertas, fuera de la cava, fueron naciendo poco a poco. El castillo de Triana, llamado de San Jorge tras la Reconquista, fue el encargado de la custodia del puente y fortaleza para la ciudad hasta que en 1487 se convirtió en prisión inquisistorial, de muy triste recuerdo.

Con la desaparición de la Inquisición en 1812 fue derribado y en su lugar se alzó el popular mercado de Triana, tan reivindicado en nuestros días por el vecindario, que espera sepulten pronto todos los restos del castillo que surgieron con motivo de las obras de remodelación el mismo, iniciadas hace años.

La Triana de hoy, expandida hacia el Oeste, cuenta con tres puentes que la acercan a Sevilla y disminuyen la distancia entre todos sus puntos. 


CIUDAD JARDIN
Ciudad Jardín es un barrio de corte residencial donde imperan chalets de distinto tamaño, con espacios abiertos y excelentes comunicaciones urbanas. Linda al sur con un conjunto polideportivo –con piscinas, campos de fútbol, frontón y tenis- conocido por casi todos los sevillanos que acudían a él cuando estas instalaciones escaseaban en la ciudad. Al norte, la calle Marqués de Pickman está formada por numerosas y variados comercios en su acera de Nervión, y allí se encuentra la plaza de Abastos. Al Oeste se ubica la avenida de la Ciudad Jardín, que tras la Gran Plaza, prolonga la de la Cruz del Campo; en ella se localiza el Instituto Martínez Montañés, la Escuela universitaria de Profesorado de EGB, la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos y Correos. Al este, limita con la ronda del Tamarguillo y la barriada de Amate. Cuatro manzanas triangulares componen el vértice que asoma a la Gran Plaza –en sus días con una gran unidad compositiva-, cuyo conjunto inicial, por sus volúmenes y detalles constructivos y ornamentales, engrandecía la plaza. Hay que lamentar la pérdida de dos de ellas, obra del arquitecto Antonio Gómez Millán.

Al igual que el Cerro del Águila, la Ciudad Jardín vino a edificarse sobre parte de los terrenos del llamado cortijo del Maestrescuela, conocido por este nombre desde el s. XVII y propiedad del Marqués de Nervión antes de su urbanización.

El terreno fue adquirido a comienzos de los años 20 por una empresa inmobiliaria con la finalidad de edificar un conjunto de chalets u hotelitos que alojarían a visitantes de la Exposición Iberoamericana de 1929, por lo que su Comité fue el patrocinador del barrio. Su trazado parcelario, con alternancias lineales y curvas, creó un espacio urbano inédito en Sevilla, con viviendas  de escasa altura que trataban de ser un modelo de expansión urbanística de la ciudad, con plazas recogidas sombreadas por árboles y patios exteriores para cada vivienda. Un modelo que no tuvo continuidad para desgracia de Sevilla, pues el problema de la vivienda se acrecentó en las décadas siguientes.

La nueva barriada no llegó a cumplir sus objetivos iniciales, pues la Exposición Iberoamericana recibió menos visitas de las esperadas y no hubo necesidad de alojar a nadie en ella. De este modo, se destinaron entonces a viviendas particulares y se llegaron a pasar malos momentos en los inicios debido a la despreocupación el Ayuntamiento que no planificó un adecuado servicio de limpieza y recogida de basuras, así como por la carencia de líneas de tranvías (Nervión y Matadero eran las más próximas). Sevilla seguía haciendo su vida en el casco antiguo y  salvo algunos núcleos aislados, el resto eran amplias y llanas superficies.

La calle Roque Hernández iba paralela al arroyo Tamarguillo, que a comienzos de siglo aún corría a cielo abierto, a menudo sucio, con inestables caudales y propenso a desbordarse.

De las numerosas riadas que sufrió la Ciudad Jardín la más conocida es la que motivó la Operación clavel, que tuvo lugar en noviembre de 1961, pero la mayor se produjo en febrero de 1936. Entonces se desató una lluvia torrencial que se prolongó durante días, desbordándose los ríos de la ciudad, ahora más crecidos que nunca, y prácticamente todos los barrios se vieron necesitados de auxilio. El Tamarguillo, desbordado, arrasaba. El Ayuntamiento tuvo que hacerse cargo de la situación y se organizaron los trabajos de socorro: a la Ciudad Jardín llegaron camiones para poner a salvo a las familias afectadas y conducirlas hasta una de las naves del matadero, a poco metros aguas abajo del arroyo. En este formidable edifico neomudéjar obra de José Sáez López aguardaron unos días hasta que las aguas comenzaron a descender y volver a su cauce. Entretanto, la vecina barriada de Amate, entonces de chabolas había desaparecido.

En 1937 las calles seguían sin pavimentar y las casas se resquebrajaban por la endeblez de la construcción, por lo que los vecinos se negaban a pagar los alquileres. Intervino el Ayuntamiento hispalense poniendo a trabajar a los parados de la Ciudad Jardín en su reconstrucción, y el resultado fue un cambio radical en solo cuatro meses: ahora el barrio tenía todas sus calles urbanizadas y dotadas con luz eléctrica; se había construido una piscina, un jardín infantil y comenzaban las obras de una guardería. El 13 de octubre de 1949 el barrio se completó con un grupo de viviendas militares que fueron entregadas por el propio capitán general y, poco apoco, al urbanizarse todas las barridas colindantes con infraestructuras de todo tipo, al ampliarse las líneas de autobuses y al crecer la ciudad  hacia el Este, el barrio se convirtió en un lugar céntrico de la nueva ciudad. Ahora, con la nueva Ronda del Tamarguillo ha quedado comunicado con el resto de la ciudad.


BARRIO DEL ARENAL
Hubo un día en que como su nombre indica, este barrio fue un gran espacio abierto comprendido entre la puerta de Triana y la torre del Oro. Ello no era óbice para que constituyera, por sí mismo, uno de los elementos más pintorescos y activos de la ciudad donde se desarrollaban toda las actividades portuarias que se complementaban en la ribera trianera.

Lejos estamos ya de aquella época dorada de la Carrera de Indias en la que calafates, carpinteros de ribera, toneleros, emplomadores y un sinfín de obreros realizaban sus labores frente a las numerosas embarcaciones atracadas en el muelle, configurando todo un espectáculo multicolor de velas, gallardetes y estandartes. Marineros, mercaderes, soldados, frailes, picaros y busconas completaban el paisaje humano de ese lugar que, inevitablemente, vio surgir pequeñas barriadas gremiales relacionadas con las diversas actividades del puerto a la par que florecieron alojamientos, casas de juego y burdeles para atender a tan amplio contingente humano. Entre la puerta del Arenal y la puerta de Triana estuvo desde antiguo el Compás de la Macebía, aislado de la ciudad por la muralla y una tapia. Se comunicaba con el Arenal a través de un postigo donde luego vendría a levantarse el Baratillo, y con la ciudad por medio de una puerta custodiada por  un portero.

Lugar predilecto por su singularidad por Cervantes, Quevedo o Lope, cuenta en su haber con una de las imágenes más universales de Sevilla: la Torre del Oro, actual museo naval de la ciudad. Torre albarrana (separada de la muralla) de planta dodecadenal dividida en tres cuerpos, se construyó en el primer tercio el siglo XIII con el nombre de Borg-al-Azaja. Cuyo significado es el mismo que aún conserva y que parece provenir de un pasado revestimiento de azulejos dorados. Además de desempeñar las funciones de vigilancia, de ella partía una gruesa cadena hasta una desaparecida torre en la orilla de Triana con la que se cerraba el puerto. A unos metros, en la calle Santander, la octogonal Torre de la Plata puede apreciarse gracias a la restauración que ha experimentado hace unos años. Data del siglo XIII y es la última gran construcción defensiva que realizaron los árabes en Sevilla.

A muy pocos metros de ella, en el cruce con la calle Temprado, un azulejo del siglo XVIII nos indica dónde estuvo el postigo o puerta del Carbón y un poco más abajo, en el cruce de la salida de la casa de la Moneda con la calle Santander, estuvo la barbería de fígaro, el popular personaje inmortalizado en las óperas El barbero de Sevilla y las bodas de Fígaro.

En la calle Temprado nos encontramos en primer lugar a espaldas de la actual delegación de Hacienda, edificada sobre lo que fuera el edificio de la aduana. A unos metros, el Hospital de la Caridad, cuyo fundador, , Miguel de Mañara sirvió de modelo para el personaje de don Juan Tenorio. Cuenta la leyenda que llevaba una vida libertina y licensiosa hasta que cayó un día al suelo y al quedar inconsciente tuvo un sueño o alucinación en el que contempló horrorizado cómo recogían  su cadáver y le daban sepultura. Al volver en sí, consideró lo sucedido como una advertencia divina y entregó su vida a los necesitados, haciéndose hermano de la Santa Caridad en 1662 y regalando a esta institución los terrenos donde se asienta el Hospital. Una estatua, en los jardines de la Caridad, inmortaliza a este pintoresco personaje arrepentido. La iglesia de la Caridad de alza en el lugar en el que estuvo la iglesia de San Jorge cuya historia se remonta al bueno de Pedro Martínez, también llamado Pedro de la Caridad. Fue el fundador de la cofradía de San Nicolás y cristianamente se encargaba de dar sepultura a los ahogados que expulsaba el río.

A continuación se encuentra la Maestranza de Caballería, también edificada como los anteriores edificios, sobre el solar de las antiguas Atarazanas. Llegamos al Postigo del Aceite, lugar por donde entraban las grasas en la ciudad camino desde la Aduana. Es una ora de 1107 realizada en tiempos de Ben Yusaf con motivo de las obras de prolongación de la murallas No obstante, su aspecto actual data de 1573 en que fue reformada por el arquitecto Tortello bajo el mandato del I Conde de Barajas.

Desde aquí nos dirigimos por la calle Arfe, donde en otro tiempo abundaban los pícaros, negros y esclavos, hasta alcanzar la calle Adriano, eje principal de El Arenal que en sus comienzos estuvo plagado de mesones y posadas. En ella se encuentran la capilla del Baratillo y la P>laza de toros de la real Maestranza de Sevilla que fue la que motivo la  creación del barrio de la Carretería.


También merece la pena dar un paseo junto al río, frente a Triana, contemplar en el paralelo paseo Marques de Contadero el Monumento a la Tolerancia, de Chillida, y arriba, las estatuas de Antonio Mairena, Carmen la Cigarrera y Mozart.